—¿Por
qué un libro de boxeo?
—Siempre
me ha gustado mucho, y decidí recopilar todo lo que había escrito
porque son un tiempo y una gente olvidados definitivamente: el Gas,
el Price… ¡Si nadie sabe ya quién fue Fernando Vadillo!
—Lo
ha bautizado ‘Campo del Gas’. ¿Cómo era ese recinto pegado a El
Rastro en el que viernes y domingo había veladas de boxeo?
—Lo
que más se le parece es la película The Set-Up, de Robert Wise, que
aquí se tradujo como El tongo o El amaño y nunca se llegó a
estrenar. Ese era el ambiente del Gas. Muy popular, muy castizo,
gente muy graciosa. Enlazaba con la zarzuela, con las obras de Carlos
Arniches. Ahora hay menos gracia. El Gas vino a sustituir a La Ferro,
y sus veteranos nos miraban por encima del hombro. Trajo un aire de
modernidad, pero nunca crítico, era una fiesta.
—¿El
Gas era algo así como un crisol de la vida?
—Sí.
Entonces también había veladas en Las Ventas, Chamartín, el
Metropolitano, el Price, los frontones Recoletos o Fiesta Alegre…
Después llegaron el Palacio y La Cubierta. Los recintos de boxeo
tienen alma. Ahora no hay ninguno. Nuestro Madison Square Garden fue
la plaza de toros: recuerdo el Fred Galiana-Luis Folledo. ¡Y en 60
años nunca he visto una pelea, una bronca! Queda arriba todo.
—Cuenta
que se aficionó de la mano de su padre, que le llevaba a las
veladas. Ahora, los menores no pueden ir. ¿No era crudo? ¿Cortando
la raíz se va a cortar la afición?
—Yo
tenía miedo, sabía que era un espectáculo adulto, pero estoy
orgulloso. Me enseñó a verlas venir, y eso es la vida. Viendo esas
peleas te dabas cuenta de que la vida se las trae. Pero igual me
llevaba a El Prado o me daba a leer a Cela. Para mi padre era el
noble arte. No tenía la visión de Joyce Carol Oates, otra que iba
con su padre, que en su libro Del boxeo no lo ve como un deporte.
Nadie dice ‘juego al boxeo’: peleas. Estoy de acuerdo.
"Con
el boxeo aprendí a verlas venir; y eso es la vida”
—¿El
bajón del boxeo en España está asociado al ‘buenismo’, a la
exaltación de lo light? La vida, en general, no es light…
—Seguro.
Todo eso que los comunicólogos de cercanías nos han dicho, de que
en los países civilizados los chicos no pelean porque tienen otras
aspiraciones, no es verdad. En Estados Unidos, Reino Unido o
Alemania, países superiores a nosotros cultural y socialmente, el
boxeo es número uno. Si vivimos el Mayweather-Pacquiao y fue lo
máximo. ¡No tiene sentido! Por lo menos que nos dejen comprar el
boxeo en PPV.
—Y
quizá también hay ahora menos riesgos, ¿no?
—Ahora
el boxeador está mejor preparado y mejor atendido médicamente antes
y después. No hay 15 asaltos, se paran las peleas con celeridad, es
difícil que ocurra lo de Kid Paret (murió en el Garden en 1962) al
que estuvo pegando más de veinte segundos Emile Griffith en el
rincón. Hay una persecución por una parte de la izquierda, que
debía de leer a Homero…
—¿Qué
me dice de que en los Juegos Olímpicos mezclen profesionales y
amateurs?
—¡No
lo entiendo! ¿Se va a pegar Klitschko con un chaval de 20 años?
¿Sabe que se hizo un intento de enfrentar a Cassius Clay y Teófilo
Stevenson? Cuando el cubano ganó sus terceros Juegos quisieron
enfrentarlos, y la única forma que encontraron en La Habana era
hacerlo en cinco días a tres asaltos de tres minutos para que no
perdiera la condición de amateur. ¡Hubiera sido bonito ver ese
gancho de derecha de Stevenson!
—Dedica
muchas líneas a Fernando Vadillo y Manolo Alcántara. Escribían
como un directo al estómago… ¿Se puede decir que también
aprendió usted a escribir leyendo esas crónicas de boxeo en AS y
Marca?
—Manolo
Alcántara hacía unas crónicas prodigiosas en Marca: ‘el cadalso
encordado’ llamaba al ring. Él y Vadillo tenían la categoría de
Budd Schulberg, de Norman Mailer, o de Joe Liebling. Aquel Marca era
el periódico mejor escrito de España. No había ni una coma mal
puesta. Y el AS, en hueco, era además mucho más bonito. Luego tuve
la fortuna de hacerme su amigo. Eran magníficos.
"Alcántara
y Vadillo tenían la categoría de Mailer o Schulberg”
—De
los escritores de fuera se queda con Joe Liebling…
—Si
me dijera que escogiera media docena de americanos, estaría entre
ellos. Y de diez libros, teniendo en cuenta a Hemingway o Fitzgerald,
metería The sweet science de Liebling. Es de una ligereza, de una
sabiduría… cómo describe el Metropol donde se reunían los
boxeadores, el bar de Mickey Walker frente al Garden. Liebling fue el
creador del nuevo periodismo en The New Yorker, donde comienza a
trabajar los bajos fondos del boxeo.
—Ignacio
Ara, ¿qué me dice?
—Me
hablaron tanto Vadillo y Alcántara de Ara que es casi como si lo
hubiera visto. Para ellos era perfecto, el mejor libra por libra. Un
peso medio muy potente, tipo Javi Castillejo, y de una técnica
tremenda, como Miguel Velázquez. En esa época había sólo ocho
divisiones. Ganar un campeonato de España era tremendo y un Mundial
casi imposible. Galiana, Young Martin, Folledo o Luis Romero serían
ahora campeones del mundo. Paulino Uzcudun también debió ser
extraordinario porque se pegó con lo mejor de cada casa y en Estados
Unidos.
—¿De
los que ha visto?
—Young
Martin era buenísimo, aunque se encontró con el argentino Pascual
Pérez, el mejor mosca de la historia, que fue hasta portada de The
Ring. También Folledo hubiera sido campeón de Europa pero se topó
con Laszlo Papp en el Palacio de los Deportes: ‘Llegó Laszlo e
hizo Papp’, tituló Alcántara. Yo vi esa pelea. Y luego sufrió un
KO con Nino Benvenuti, de esos que te cruzan a la contra y caes como
un árbol. Algo dramático. Como el de Perico Fernández a Luis Ortiz
en el Price, de esos que te dejan un poco de mal cuerpo.
—Fred
Galiana…
—Galiana
se fue al Luna Park de Buenos Aires e hizo 22 peleas seguidas con 20
victorias y dos nulos. Era irregular, se descubría, pero era tan
maravilloso verle. Parecía que no boxeaba. Esa sensación sólo me
la han proporcionado él y Robinson García, superior a todos, pero
que necesitaba ir a la cárcel quince días, sin mujeres ni alcohol,
para estar bien.
—¿Y
Javier Castillejo? Ocho veces campeón mundial en dos divisiones hace
nada y casi clandestino.
—¡De
los mejores de siempre! Y ni el alcalde de su barrio le ha dado la
mano
.
—De
los internacionales destaca a dos: Ray ‘Sugar’ Robinson y Cassius
Clay, al que se resiste a llamar Ali. ¿Qué tuvieron?
—Clay
era muy bueno y golpeaba muy fuerte, y eso ha quedado como diluido.
Pegaba como Foreman o Rocky Marciano. Rompía con ganchos cortos,
como a Henry Cooper. Era alto y ágil para la época, sin una gota de
grasa, muy fuerte, rapidísimo de mente y pies y con una técnica
prodigiosa. Mentalmente iba dos asaltos por delante.
"¿Clay?
Iba dos asaltos por delante y pegaba muy fuerte”
—Es
historia...
—De
las seis o siete grandes de peleas del siglo, Clay estuvo en tres:
Frazier en el Garden, Foreman y el Thrilla in Manila. Era muy
inteligente. Si no hubiera sido boxeador, habría sido un profeta del
cambio social como Malcom X o Luther King. ¡Y ríete de Dalí o
Marinetti a la hora de la promoción! Quitando a Churchill o Adenauer
no he visto nunca otro orador como él.
—Vamos
con Sugar…
—Sugar
Robinson fue el Mozart del boxeo. En una pelea en un bar, los
campeones del mundo hubieran sido Robinson o Carmen Basilio.
—Recomienda
al lector que experimente la sensación de subirse al ring. Solo,
medir en silencio el 6x6 rodeado por las 16 cuerdas. ¿Qué se
aprende?
—En
el Pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid, después de
acabar una velada, me subí con todo vacío. ¡Joder! Hay algo
especial. Te imaginas a un tío delante que no te odia, como tú no
le odias. Que va a ir a vencerte, pero no te vence nunca. Te puede
ganar incluso por KO, pero no te derrota. Hay que entender el alma
que tiene el ring. Es algo especial.
—En
su Hall of Fame del boxeo español están tres púgiles en activo,
Kiko Martínez, Rubén Nieto y Juli Giner. ¿Le vuelve a ilusionar
esta época?
—¡Sí,
si yo veo todas las peleas! Pero esto es también una cuestión de
promoción. La madre de esto es la televisión. Si empiezas a dar las
veladas americanas a las dos de la madrugada, nos enganchamos dos
millones de personas. ¡Si eso pasaba antes y pasó con el
Mayweather-Pacquiao! Se va creando afición, y aquí la han segado
cuando hay buena gente.
"La
lucha fue el primer fogonazo del Pop en España”
—Dedica
un buen espacio a la lucha. ¿No era eso un teatrillo?
—¡Hombre!
Cuando tú golpeas a un tío y cae, el golpazo en las costillas no se
lo quita nadie. Tuve mucha amistad con Jesús Chausson. Estaban
siempre rotos. La lucha fue el primer fogonazo del Pop Art en España,
antes de que llegara Warhol. ¿Qué es el Pop? Nostalgia. La fiesta
del color. Las veladas del Price o el Gas formaron parte del
despertar de la posguerra de España, algo ingenuo, diferente. Stan
Karoly metió 40.000 personas en el campo del Atleti con Chausson y
Picasso decía que era lo que más le entretenía del mundo.
—Nostalgia,
sí...